domingo, 24 de agosto de 2014

DUBLIN - MONASTERBOICE - GLENARIFF - IRLANDA DEL NORTE

A nuestra llegada a Dublin ya vimos que eso de la manga corta nada. Fuimos cogiendo las primeras impresiones de la ciudad en el bus que sale del aeropuerto al centro y captando lo de la conducción por la izquierda que íbamos a experimentar en nuestra propia carne dentro de dos días, los que pasaríamos en Dublín. Empezamos echamos una ojeada a la destilería Jameson ya que estaba junto a nuestro hostel, pero sin pagar la cara entrada, seguimos dando un paseo por el parque Phoenix, una enorme extensión de árboles y vegetación donde la gente toma el sol cuando sale y da largos paseos por los serpenteantes caminos entre un verde césped. Incluso alquilan bicicletas por las dimensiones que tiene. Tras comer nos pegamos una buena caminata hasta la conocida zona del Temple Bar donde vimos el buen  ambiente que se forma por las tardes y tomamos algo en uno de sus bares, paseamos junto al río y vimos los puentes sobre el río Liffey, incluido el Puente Samuel Beckett del arquitecto español Santiago Calatrava y la catedral de San Patrick y vuelta al hostel reventados. Para el siguiente día hicimos un tour gratuito (con propinas) de cuatro horas que sale desde el City Hall a las 11 y a las 14:00 cada día y un paseo por la zona moderna de la ciudad por la noche fueron lo último que haríamos en Dublin.


No somos especialmente amantes de las ciudades y a Irlanda habíamos venido a ver naturaleza y paisajes rurales más que urbes pero siempre está bien conocer ambas cosas y lo que más nos gustó de Dublin fue el buen ambiente y la música en directo de artistas poco o nada conocidos en muchos bares de la ciudad. Incluso en el bar de nuestro hostel tocaron un grupo formado por dos jóvenes que nos encantó. Cada tarde-noche puedes disfrutar de música en directo, típica irlandesa o no, y una buena cerveza y rodeado de buen ambiente y nobleza irlandesa.


¿SABÍAS QUE...
en Dublín nació el escritores como Oscar Wilde, y actores como Jonathan Rhys-Meyers, Colm Meaney o Gabriel Byrne.



El tercer día, muy nerviosos cogimos nuestro coche, GPS y mapa y salimos por ese carril que aquí se usa para adelantar... Los dos primeros días cada cruce o redonda es un pequeño reto pero al final te haces a la conducción y no te arrepientes ya que es la mejor manera de conocer la isla ya que el transporte público no llega a esos rincones tan especiales. El primer destino fue el pueblecito costero de Howth, a pocos kilómetros de Dublín. Aquí la vida va más despacio, se respira tranquilidad en el ambiente, algún barco de pescadores faenando cerca de la bahía y gaviotas revoloteando alrededor con su típico graznido, algún grupo de niños dando clases de vela y su faro. También tuvimos la suerte de ver aunque sea de lejos una foca, ya que habíamos leído que se acercan cada día al puerto. Una vuelta caminando y tras comer a las 1 como la gente de aquí salimos hacia el yacimiento arqueológico de Newgrange y las ruinas-cementerio de Monasterboice, a muy pocos kilómetros el uno del otro.

Cuando llegamos a Newgrange nos dice un señor de admisión que ya está todo el cupo de entradas para ese día cubierto y no podría ser hasta el día siguiente, por lo que tomamos la decisión de sacrificar ese punto y ya está, cosas de los viajes por libre... A pocos minutos visitamos las cruces celtas más conocidas de Irlanda que datan del siglo X. Dentro del recinto se encuentran las cruces, una torre y las ruinas de dos iglesias, todo entre tumbas de personas fallecidas recientemente. Si te dan mal rollo estos lugares no se recomienda la visita... pero tanto en Irlanda como en Escocia son visitas casi obligadas para el turista. Al entrar al recinto hay una caseta de madera donde una señora que vende algunos souvenires te ofrece gratuitamente varias hojas plastificadas con historia sobre el origen del recinto y las cruces, algo estupendo para los que no vamos muy empapados de historia.
Nuestra tercera noche sería en Belfast. Vimos el parque en el que se encuentra el City Hall. En su interior puede verse una estatua en memoria de los fallecidos en el hundimiento del Titanic ya que el transatlántico fue construido en esta ciudad y algunas de las víctimas eran ciudadanos locales. Se puede ver un pequeño muro junto a la estatua con todos los nombres de las víctimas del naufragio. También vimos algunos de los muros aun existentes que dividen los barrios de católicos y protestantes. Únicamente vimos los del "bando" católico-separatista. Impresiona saber que hasta hace muy pocos años era zona de conflicto nada recomendable al viajero y ahora es parte de la oferta turística, salen reflejados en los mapas turísticos. Paseamos por Great

Victoria Street y vimos la fachada de la Grand Opera House, el conocido Crown Bar. Y para despedirnos fuimos a visitar el único museo del viaje, el del Titanic. No solemos llevar espectativas pero nos decepcionó que solamente fuese un gran centro comercial del que se saca rédito al hundimiento más famoso de la historia. Hay varias salas, todas muy psicodédilcas, con proyecciones e imágenes y muchos detalles pero nada del barco original que era lo que esperábamos los que nos marcó la película de Di Caprio.

Y por fin el primer contacto con naturaleza real, el parque Nacional de Glenariff, a una hora al norte de Belfast. Estos lugares exhuberantes de vegetación y agua hacen que nuestros viajes valgan mucho más la pena. Paseamos por unos senderos con barandillas de madera acondicionados para el visitante por los que se siente el verdor y el sonido del agua del río que deja ver alguna catarata espectacular. Algo que no entendíamos era el motivo del color marrón del agua de los ríos, nos extraña mucho que sea contaminación ya que la concienciación medioambiental es bastante alta aunque todo hay que decirlo existe la misma mala costumbre que aquí en de tirar colillas al suelo, las puertas de los bares es una muestra exagerada de ello.


Casi otra otra de camino más al norte visitamos el puente colgante conocido como Carrick a rede rope bridge. Tras pagar la entrada de 6 € por persona pudimos ver las primeras vistas de acantilados y tras la cola de gente que cruzaba el puente de vuelta pasamos al otro lado. Si tienes vértigo y miras abajo estás perdido... El puente une el acantilado con una pequeñísima isla en forma de peñón muy cercano. Ya en el otro lado tomamos fotografías y volvimos a cruzar uno a uno para fotografiarnos en mitad del puente.  Para salir lo hicimos por un sedero superior desde el que se tienen las mejores vistas y se observa el puente y la gente cruzando. En realidad no tiene mucho más pero las vistas merecen la pena.


Y tras el atracón de naturaleza y el primer contacto con la costa irlandesa llegamos a uno de los platos fuertes del viaje, la Calzada del Gigante, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1986. Dejamos el coche en un camino para no pagar el parking "oficial", ya que la entrada es gratuita. Una vez dentro hay un bus que baja y sube cada 20 minutos por 2 pounds más o menos pero preferimos bajar andando los 15 minutos de trayecto y ver y fotografiar todo. Ver para creer como la naturaleza puede haber creado tal composición de columnas de basalto junto al mar. Puede parecer creado por la mano del hombre pero no... Nunca me había gustado tanto un lugar repleto de piedras como el Coliseo y este.


La ciudad de Derry era la siguiente noche de hostel. Esta pequeña ciudad era como una pequeña Belfast. Se nota que ha sufrido en sus calles el conflicto entre republicanos y unionistas y se refleja claramente el recuerdo de la masacre del conocido como "domingo sangriento" donde el ejército británico asesinó a 14 personas desarmadas en el barrio libre de Derry. Afortunadamente luce, aunque no con demasiado fervor, sus murales del bando independentista como ruta para los turistas. El centro histórico se encuentra rodeado por una antigua muralla del siglo XVII muy bien conservada con sus cuatro puertas y cañones. Derry sería lo último que visitásemos de Irlanda del Norte antes de volver a entrar en Irlanda.

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